Sentado en el porche de su granja, el padre del fundador de Ikea debió sospechar que su hijo no seguiría sus pasos cuando, a los cinco años, le vio vender cajas de cerillas que previamente había comprado a granel. En Småland, un pequeño pueblo del sur de Suecia, iniciaría el joven Ingvar Kamprad (1926) una trayectoria empresarial que –rozando ya los 90 tacos de almanaque– aún se resiste a abandonar, y cuya creación recibe 716 millones de visitantes al año.
De las cerillas pronto pasa a otros artículos, que distribuye él mismo en bicicleta y, después, aprovechando el camión de reparto de leche: «En mi último año de secundaria, los inocentes negocios de la infancia empezaron a convertirse en una empresa de verdad, bajo la cama de mi habitación de interno en Osby tenía una caja de cartón llena de cinturones, monederos, relojes y estilográficas». (más…)